¿Sabes qué le regalo a mi medio limón en cada día del padre?

Recuerdos.

Cada año cuando se acerca el día o el mismo día en cuestión, arrastro al homenajeado y a mi prole al estudio (o a donde sea) y les hago unos retratos de padre e hijos. Como es habitual, en casa del herrero, cuchillo de palo y me cuesta horrores convencerles, que se preparen, arrastrarles hasta el estudio y que se queden el tiempo suficiente para que se metan en el papel. Menos mal que pasados unos minutos, todos ya por fin, me siguen el juego y consigo que todo fluya y al final hacemos fotos que ni siquiera tenía pensadas porque se van animando, se van animando y me proponen ideas muy chulas. 

Y es que estoy convencida que todo es de boquilla, porque después enseguida me reclaman las fotos. Me piden verlas, las comentan, eligen las que más les gustan… Lo dicho, que lo hacen para hacerme rabiar. ¡Hombres!

Pero lo mejor de todo es que tenemos una historia compuesta por todos los años de «Días del Padre» con la que podemos revivir cada uno de los años vividos.