Nuevas tradiciones
Cuando era pequeña esperaba con impaciencia el momento en el que oficialmente comenzaba la Navidad en mi casa. Lo recuerdo como un día especial, señalado, en el que mi madre me llamaba para que la ayudara a bajar… «La Caja del Belén». Así, en mayúsculas.
Siempre fue una tradición con pasos perfectamente orquestados en los que yo bailaba sin darme cuenta de pequeña y que con gusto marcaba y me deleitaba según iba creciendo: mi padre preparaba los montes de allá a lo lejos con papel de envolver marrón, el rio de plata de papel de aluminio y lo que más me gustaba: el portal con los troncos de la chimenea en perfecto equilibrio. Mi madre cubría de musgo todo el espacio posible menos el portal, que lo rellenaba de paja. Y después entraba yo a colocar todas y cada una de las figuras del Belén: el misterio, los pastores, el ángel, la pata con todos sus patitos que no se mantenían derechos jamás de los jamases… Y todo ello aderezado con EL disco de los villancicos que era el primer día que poníamos en el tocadiscos y que ya no se quitaba hasta después de Reyes.
Después, poco a poco, el mudarme a otra ciudad, los años, la familia propia ha hecho que mis propias tradiciones hayan cambiado y hayamos creado nuevas melodías que repetimos año tras año con alegría.
Una de ellas nos hace especialmente ilusión: la felicitación de Navidad. Y es que mis chicos participan con gusto en mi propuesta de cada año, me siguen el rollo, incluso enriquecen las tomas con sus aportaciones. Y todos los años abuelos, tíos, primos y amigos me han confesado que esperan con expectación la felicitación navideña del año. Y me encanta estar presente en sus pensamientos y que sientan con un pequeño detalle hecho con mucho trabajo, amor y dedicación que les tengo presentes en mi vida.
Y cada año mes gusta más, porque a mi particular manera y propuesta de felicitar las fiestas se van uniendo más amigos. Tal vez tú que estás leyendo seas uno de ellos. Familias que vienen a visitarme cada Navidad para que elabore con ellos un deseo de compartir eso que tienen tan bonito que no se puede quedar sólo dentro de su casa. Familias que estoy viendo crecer y que llevan un poquito de mi con ellas.
Historias de cada familia que me pasaría horas contando, anécdotas que ocurren dentro y fuera del estudio, comentarios de después, cuando sus seres queridos reciben su muestra de amor hecha fotografía… Resumiendo mucho, mucho: que me paso en una nube los meses que invierto haciendo las fotos de Navidad, mas el tiempo en el que todo ese trabajo llega por fin a sus destinatarios.
Así que ya solamente me queda despedirme, dar las gracias a todos los que habéis pasado por mi particular Navidad porque me ha encantado disfrutar con vosotros de este viaje, animar a los que no lo habéis hecho y a los que sí a que os unáis el año que viene a mi nueva propuesta que no tendrá nada que ver con la de este año. Pero sobre todo, que paséis una muy feliz Navidad, ya sea solos o acompañados, pero con mucha salud y con mucho amor.